jueves, 8 de diciembre de 2011

La respiración y el amor incondicional.

En la vida y en el mundo, parecen existir todo tipo de personas y relaciones. Todos los seres humanos construimos una representación del mundo alrededor de nuestra propia vida, sobre la cual esmeramos encontrar un sentido que nos oriente, nos diga que nos gusta, que no nos gusta, qué queremos y cómo lo queremos, para así apropiarnos de ella. Cada una de estas representaciones es única, irrepetible, surgen en relación a una historia que nunca va a ser igual a otra, y a partir de esa individualidad nos movemos a encontrarnos, pues sabemos que dependemos los unos de los otros para lograr la satisfacción de todo tipo de deseos y necesidades: biológicas, intelectuales, sexuales, afectivas, simples caprichos inexplicables, u otras de cualquier naturaleza. También son experiencias transversales al ser humano.
La manera como cada persona vive estos procesos de encuentro, se construye con una maleta llena de aprendizajes, decisiones, influencias, eventos inesperados o simplemente porque en algunos casos así es la naturaleza del ser humano. Estos aprendizajes en muchos casos son pura basurita y la vida nos va retando con situaciones para que tomemos la decisión de simplemente descartarlos y eliminarlos de la papelera de reciclaje (No se trata de olvidar, se trata de transformar el estilo con el que nos relacionamos con nuestra experiencia de vida). En otros casos, son útiles, cambian vidas, e incluso pueden impactar positivamente así sea un a poquito la humanidad. Sea cual sea el caso, todas las anteriores, incluyendo las primeras, son fuente potencial de crecimiento y sabiduría para la vida, si se sabe hacer la lectura más adecuada de cada experiencia.
Desde esta perspectiva, uno puede ver gente errática, literalmente torpe en la forma de relacionarse con el mundo y consigo mismos, agresiva, cínica, con tendencias cíclicas a cometer los mismos errores sin siquiera darse cuenta. También existen personas increíbles, creativas al extremo y que, a pesar de las estupideces que comete la humanidad como especie, la hacen brillar como nunca: Metallica componiendo el Master of Puppets, García Márquez escribiendo Cien Años de Soledad, los niños que bailan salsa en las escuelas de Cali casi desde que eran casi feticos, Steve Jobs en su discurso en la universidad de Stanford, el cine en 3D, el entendimiento de Carl Rogers del ser humano en El proceso de convertirse en persona, entre un montón de otros ejemplos que se acaba “Word” primero, antes de nombrarlos a todos.
El objetivo de todo lo que acabo de enunciar, es compartir dos aprendizajes significativos que he tenido en este último año que indudablemente permiten un contacto más armonioso, saludable y constructivo en nuestras relaciones con el mundo, los demás y uno mismo. El primero, la respiración es la conexión inmediata con nuestro presente inmediato, y el presente inmediato es lo que realmente es nuestro y en lo que inmediatamente podemos influenciar. Nuestra mente muchas veces está en el pasado o en el futuro resolviendo hechos o fantasías, con el ánimo de brindarnos la sensación de calma que brinda el entendimiento. Esto en algunos casos es necesario o más bien funcional para ciertas tareas; las cuales no obstante deben resolverse también en el presente. Prestar atención a nuestra respiración, decir pausa a lo que nos estamos diciendo internamente, y dedicarse un periodo breve de tiempo simplemente a atender la experiencia de respirar y respirar; permite sentir mejor la vida; escucharla mejor, descifrarla mejor, ver sus colores naturales, movernos mejor. No se trata de obsesionarnos con nuestra respiración, parte de su magia está en que la mayor parte del tiempo es automática e involuntaria. Se trata de respetarla, entenderla, y apreciarla en su sabiduría como el origen de nuestra vida un ratico. La respiración es sin duda mil veces más sabia que el pensamiento. Sin la respiración no seríamos nada, y sus utilidades (psicológicas, espirituales, físicas) ya han sido documentadas por muchos en muchas épocas y contextos.
El segundo aprendizaje es: nada cómo tener un filtro de amor incondicional por uno mismo frente a la experiencia de vida. A veces no nos damos cuenta, pero internamente tenemos cazada una batalla interna, que se detona como respuesta a sensaciones de frustración en nuestro intento de lograr nuestros objetivos de vida: la lucha por la perfección, por la creatividad, el deseo de aceptación social, de lucrarnos económicamente, por aprender, por ayudar a los demás, cambiar el mundo, aportar al desarrollo de la sociedad, etc. Los objetivos en sí mismos son humanos, genuinos, y son positivos pues permiten que nos movilicemos, pero en muchas ocasiones respondemos y nos acercamos a ellos con tensión y desgaste. Bien. Pues aprendí que la experiencia de vida funciona y logra aclarar notablemente el sentido de sus enseñanzas, si simplemente nos relacionamos con los demás y con lo que nos sucede con un filtro incondicional de amor por uno mismo, que purifica la energía de lo que nos llega y lo que generamos. No es un amor romántico, no es un amor idílico, no es un egocentrismo disfrazado de amor; es un filtro de aceptación y autocuidado incondicional. Lo anterior es fuente de bienestar seguro, permite tomar decisiones más adecuadas y serenas; debe ser una experiencia genuina, más emocional que intelectual.
Las anteriores reflexiones no son nada nuevas, pero hoy en día cobran más sentido que nunca. Invito a la humanidad a atender su respiración y a filtrar sus experiencias con un amor incondicional por sí mismos. Es hora de volver a lo básico, para resolver el presente. El cambio empieza por uno mismo. 

domingo, 10 de octubre de 2010

The strenght of the wolf

The strength of the wolf


The spirit of the Wolf resides in my heart
Mostly peacefully, yet ever wild
Running in time to the blowing wind
Dancing in the clouds that drift in the Heavens.
The spirit of the Wolf resides in my soul
Longing to hear the song of the Great One
Striving to be that which I am in my natural state
Succeeding only because of the Love that the Universe grants me.

Autor: desconocido.

El lobo, como fundamento natural y alma del perro, representa el conjunto logrado entre la virtud canina y la naturaleza salvaje en armonía e integración. El perro es el lobo humanizado, pues logra negar su sombra hasta convertirse en un ser absolutamente dependiente de las decisiones humanas, muchas veces erráticas y confusas, otras coherentes y virtuosas. El lobo, por el contrario, es causa y no consecuencia; sabe dónde correr, sabe dónde cazar, sabe cómo proteger y, sobre todo, sabe ser fiel a sí mismo, a costa de cualquier posible domesticación. En consecuencia, el lobo no es dicotómico, no es oposición, es un solo flujo de energía que va en una misma dirección, que incluye tanto sombra como virtud.
Hace un par de semanas tuve una visión que no comprendí hasta ahora, y era la imagen de un lobo en mi hombro derecho. En ese momento, constituía sólo un deseo. Cuando abandoné la pretensión de saber que significaba y porque me llamaba tanto la atención esta imagen y sobre todo los ojos de este increíble animal diciéndome la verdad con su mirada, fue precisamente cuando los significados que buscaba llegaron a mí. En ese momento, apareció el poema que comparto y cuyo autor desconozco. Desde ese entonces, el lobo en mi hombro ya era un hecho. El mensaje era claro, el lobo en mi hombro obedece a mi deseo de ser fiel a mi estado natural.
Lo anterior se amplió cuando en mi encuentro semanal de crecimiento personal se cagaron de la risa en mi cara, y me dijeron “¡Eso es lo que te tiene jodido, Pipe! Negar tu sombra, no hacerte responsable de lo que en el fondo te ocurre; si no te haces cargo de vos, no vas a lograr nada” Fue fuerte, es mostrarte en la cara lo que en el fondo estás haciendo y tapas con diferentes máscaras que para diferentes públicos funcionan…La invitación fue retadora, fue a dejar de ignorar lo que me acostumbré a ignorar. Sin embargo, ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo logro cambiar el hábito de rechazar mi experiencia más profunda cuando ésta no me hace sentir cómodo?
Ese día decidí inmortalizar mi experiencia con la imagen de un lobo en mi hombro derecho, para que me recordara siempre el compromiso que adquirí de enfrentarme a mi lado oscuro, pues hoy entendí cómo éste, como aspecto negado de mi sombra, es mi máximo saboteador en la medida que reclama mi atención y yo huyo de él, pero también puede ser mi máxima fuente de energía. Para el lector puede que esto no tenga ningún sentido, pues solo relato mi experiencia subjetiva y no una clara argumentación o secuencia de hechos, pero para mí es absolutamente claro: para ser quien quiero ser no puedo engañar con mis usuales máscaras aquella fuerza que puede ser mi máxima virtud o mi peor cara, y es que definitivamente tengo un lado oscuro, como todos los seres humanos lo tienen (muchos no saben que hacer con él). Desde hoy, reitero mi compromiso personal con mi desarrollo y crecimiento integral, reconociendo que este proceso implicará abrazar con amor el dolor, la soledad, y los aspectos más tenebrosos. Desde hoy empieza mi camino para lograr algún día ser ese lobo, llevarlo en mi alma, en mi corazón y ahora en mi piel. El lobo en mí, representa entonces mi compromiso por reconocer mi propia sombra; que tengo, que evado, que a veces sabotea, y que quiere sentir absoluta coherencia con mi naturaleza y mi corazón. El trayecto apenas ha comenzado.
FArenasO

lunes, 20 de septiembre de 2010

Médicos que salvan vidas, otros que las destruyen.


Definitivamente el ego humano enceguece, y si está alimentado por poder, dinero, prestigio o reconocimiento social, peor. El ego no es igual a la autoestima; la autoestima significa amor por uno mismo, es aliada de la dignidad y por ende del reconocimiento del otro. El ego fácilmente es compatible con la prepotencia, el menosprecio y gran enemigo de la sencillez.  El ego es más vulnerable que la autoestima y menos flexible. Aunque esta última también puede ser lastimada fácilmente por experiencias de gran impacto, el primero es vulnerable a pequeños e insignificantes cambios al libreto de vida, con el cual se identifica desesperadamente para sobrevivir los vacíos que la subyacen.
Con este pequeño preámbulo, quiero manifestar mi desagrado ante las manifestaciones de ego y prepotencia que curiosamente llaman mi atención en el contexto organizacional en el que me desenvuelvo desde hace un tiempo. Aunque no se trata de generalizar, pues las generalizaciones se convierten en sesgos perceptuales y de criterio para tomar decisiones, es evidente una tendencia en el gremio profesional de la medicina, en la cual sus miembros se creen pavos reales y se “pavonean” en la clínica como si la bata fuera una gran cubierta de plumas. En los mejores casos, los médicos simplemente miran del hombro para abajo al resto de individuos que laboran en la organización, saludan a regañadientes sólo si uno los saluda, y se agremian como manada para relacionarse únicamente entre ellos. En los peores casos, he observado o me he enterado de historias donde los médicos tratan con absoluto desprecio a las secretarias, auxiliares, mensajeros y otros seres humanos, cuyo trabajo es más que indispensable para que el de ellos funcione.
Particularmente, me enteré de una situación donde uno de estos Md. (medio dios) se dedicó a humillar a una funcionaria que estaba haciendo muy bien su trabajo, pues éste consistía en controlar el ingreso de personas a la sala de cirugía. Esta honesta trabajadora, quien tuvo la mala suerte de pensar que las leyes son iguales para todos,  solicitó al médico identificarse para poder ingresar a la unidad. Desafortunadamente, ella no había tenido la delicadeza y el tiempo para grabar y reconocer los rostros de los 200 o más médicos que trabajan en la institución, lo cual resultó en una ofensa imperdonable para el excelentísimo señor que con tantas vidas que salva, le resultó inconcebible que no lo reconocieran y más aún que le pidan identificación en aras de la seguridad del recinto. Ahora, gracias a la diplomacia, respeto al estatus quo e idolatría que por los médicos socios se debe profesar, el área de cirugía se convierte en un lugar menos seguro si alguien con dudosas intenciones decide ingresar con la espalda erguida, mirando de re ojo y por supuesto con una bata blanca.
Mi pregunta ahora es ¿Dónde están los médicos que vieron Patch Adams? ¿Desde cuando la labor social de salvar a unos se convirtió en una razón de peso para menospreciar a otros? Bienvenidos a mi mundo los profesionales de todo tipo, que con humildad reconocen la fortaleza de otros saberes, las carencias de los propios, y que saben que un diploma no es un pretexto u obstáculo para reconocer a los otros como pares. A éstos, los amables, los apasionados, los sensibles, los humildes, les daré la mano con sinceridad, y espero que a alguno de ellos sea a quien deba confiar mi salud cuando sea necesario.
-:Farenas.O:-

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Increible procrastinación

Existe un fenómeno increíblemente humano que se llama la procrastinación. Este es definido como la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que necesariamente deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes. En otras palabras, es hacerse el pendejo con la vida, con lo que se requiere cumplir para seguir adelante, pero la decisión de iniciar es dejada en el tintero porque de alguna manera prima la percepción de amenaza e incomodidad que puede generar hacerle frente. Esta percepción de amenaza obedece a construcciones simbólicas subjetivas; asociaciones que en muchas ocasiones no son un reflejo de la realidad ni de la situación a evitar, si no de temores estructurales de la personalidad. La procrastinación detiene al ser humano, impide la puesta en práctica de acciones y el flujo de energía que se requieren para cerrar ciclos.

Ahora bien, he aquí el motivo de esta reflexión y lo paradójico del asunto. Me hallaba yo en estos días procratinando una situación en particular con una persona en particular del trabajo que no amerita mencionar acá. Fue una situación laboral muy mínima que llevaba días evitando, hasta que decidí firmemente salir de ella. La sorpresa es que el estrés que evitaba no apareció. El estrés solo se daba en el momento de la procrastinación, por el hecho de hacerme consciente de lo que estaba evitando (el individuo no se puede engañar a si mismo). Por el contrario, cuando cerré el círculo recibí fue una gran dosis de endorfinas y adrenalina que interpreté como una gran satisfacción, la cual supe yo que era proporcional al tiempo que llevaba esperando. En otras palabras, si no hubiera postergado tanto, no hubiera sido tan satisfactorio haber cumplido mi meta. Fue algo así como si no hubiera comido en todo el día y en la noche me hubiera preparado un delicioso filete de res; entre más hambre, más rico ….

 ¿será entonces la procrastinación un hábito adictivo? ¿será que procrastinamos más por la satisfacción final que por el estrés que ocasiona imaginar la situación? ¿Esto hará menos, más o igual de dañina la procrastinación para la consecución de objetivos personales? ¿Tendrá algo de útil? O simplemente será la procrastinación un invento inconciente que le brinda un poco de emoción y color a la vida... Sería terrible donde conseguir objetivos en el ámbito humano no generara algún tipo de emoción y fuera algo simplemente newtoniano (acción-reacción). Definitivamente las leyes de la física pocas veces aplican al ser humano.

No me arrepiento de haber procrastinado, pues obtuve gratis una dosis de satisfacción insignificante para el mundo, grandiosa para mí. Aun así, es un hábito curioso de doble filo, que si bien no creo que se pueda ni quiera evitar del todo, se puede jugar con él como un niño que tienta el destino jugando con fuego a que es o no es capaz…

domingo, 22 de agosto de 2010

¿Por qué escribir ahora?

Estoy en una lluvia de ideas, bueno, para ser más preciso en una fuerte tempestad. Y es que llegan tantas, que no se cual seguir, cual creer, y con el ánimo de no querer que se vayan, veo como parten y me dejan con las manos vacías. Tal vez esta es la razón que me llevó a escribir; el hecho de estar despierto, conciente y sobre todo un poco inquieto con mi realidad, me hace dar cuenta que quiero aprovechar cada pensamiento que pueda producir e inmortalizarlo través de la escritura, pues de lo contrario estarían destinados a sucumbir en el juego imperfecto que estratégicamente hace funcional la memoria humana.




Como mencionaba, la necesidad de escribir tiene múltiples orígenes. Entre ellos, una mezcolanza de sentimientos que confunden y asustan mi realidad inmediata. Particularmente, hay un pensamiento que retumba y gana eco en mi cabeza y no puedo engañarme, no es un pensamiento agradable. De hecho, es un pensamiento inicialmente destructivo, que dependiendo de mis decisiones puede ser altamente provechoso. Cuando quiero tener el valor de escribirlo, me empieza a parecer ridículo y como un niño cobarde empieza a esconderse. Encontrándolo e intimidándolo, me doy cuenta que es precisamente ese pensamiento el que me llevo a estar acá, entregándome a un oficio que amo pero con el cual peleo y me entrego contadas veces en otros contextos. Ese pensamiento cuestiona mi capacidad de crecer lo que quiero crecer, aprender lo que quiero aprender, reproducir lo que quiero reproducir, y sobre todo de crear y ofrecerle al mundo una huella personal. Esto último, al apreciar el talante y brillantez de numerosos artistas en todos sus géneros, es lo que más me parece dificil de lograr….


Sin embargo, ahora ese pensamiento es lo que menos me importa. Así como comenzó con una emocion incomoda, en la medida que escribo se transforma en un leve sentimiento de orgullo ingenuo y, como la culebra que se muerde su propia cola que hay en mi espalda, aumentan las ganas de crear hasta que el acto creativo me consuma y me permita darle nuevos colores y sabores a mi identidad confusa y siempre cambiante.


En fin, el punto al que quiero llegar es este; la decisión de mostrarse al mundo no es fácil… pero inspira!! He aquí mi primer blog...